El Ángel de la Independencia
Inaugurado en 1910 por Don Porfirio Díaz, el monumento a la Independencia
es una marca y símbolo citadino, la victoria alada que remata la columna fue
adoptada por los habitantes de la ciudad como su ángel protector. Tal vez
por ello, al cobijo de sus alas se dan variadas manifestaciones ciudadanas, tanto
de júbilo como de descontento.
Al inaugurarse el siglo XX el Porfiriato comenzó a mostrar signos de decadencia,
sin embargo, el impulso que había logrado permitó que la Ciudad de
México tuviera un desarrollo arquitectónico espectacular. En ello sólo
sobresalieron unos cuantos mexicanos, quienes después de los inevitables estudios
en el extranjero, proyectaron el boato de esta “Bella época”.
Así que, para 1910 Don Porfirio desplegó las últimas fuerzas
del régimen en subrayar la incontestable Independencia de México. Ni
Santa Anna con su Zócalo, ni Maximiliano pudieron honrar la gesta
criolla como su gobierno, quien encargó al arquitecto Antonio Rivas Mercado
el diseño definitivo del monumento conmemorativo.
Asímismo, el aspecto ingenieril fue resuelto por los mexicanos Gonzalo Garita
y Manuel Gorozpe, mientras el escultórico se dejó en las manos del
italiano Enrique Alciati.
Tras sonadas represiones de huelgas y los horrores de Lecumberri se afirmó
que el país estaba listo para la democracia y que ésta llegaría
con el Cometa Halley en 1910. Todo concordó para que el fin del mundo Porfiriano
se hiciera con elegancia y permitiera las inauguraciones multitudinarias. Así
el monumento recibió los honores de los representantes extranjeros. Ni siquiera
el enviado del Kaiser Guillermo II dudó un momento de la apoteosis del régimen.
Igual semblante quedó plasmado en cada una de las esculturas que rodean el
basamento de este monumento en forma de Columna.
En especial destaca el gran león con un niño que preside el acceso
al mausoleo y del lado contrario la lámpara votiva que algunos irrespetuosos
suelen apagar.
Flanqueando los cuatro lados de la rotonda se localizan cuatro mujeres en bronce
(alegorías de la Paz, la Justicia, la Guerra y la Ley).
La decorada columna remata en un capitel de inspiración corintia fundido con
cuatro águilas porfirianas. La cima lo ocupa una Victoria Alada, llamada comúnmente
“El Àngel” quien está en actitud de colocar una corona de laureles
y sostiene en la otra mano una cadena rota, símbolos de la gesta libertadora.
Si usted tiene la oportunidad de ingresar al recinto -no sin antes atravesar la avenida
con sumo cuidado- podrá visitar el mausoleo, donde se encuentran los restos
de Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo,
Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama, José Mariano Jiménez,
José María Morelos, Mariano Matamoros y Nicolás Bravo, quienes
tuvieron participación destacada en el movimiento de independencia desarrollado
entre 1810 y 1821.
Un día el ángel voló. Varios siglos de tradición judeocristiana
se precipitaron al suelo aquél 28 de julio de 1857, destrozando la dorada
efigie cuyas alas de bronce fundido sólo sirvieron de ancla mortal: el desenfadado
México de la Región más transparente sufría la aciaga
advertencia de la modernidad.
Tras una fina hojalatería, el ángel fue recobrando su lugar como símbolo
citadino y adoptado por los habitantes de la ciudad como su estandarte protector.
Tal vez por ello, al cobijo de sus alas se dan variadas manifestaciones ciudadanas,
como el júbilo de novias, quinceañeras, fanáticos del fútbol
o de la política, como de descontento por los desajustes y contradicciones
propios de un país independiente. No pocas ocasiones la Avenida
Reforma se convierte en un muro humano que provoca el descontento y trastorna
a una ciudad enamorada del automóvil
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